La importancia de la inteligencia emocional

La importancia de la inteligencia emocional en la actualidad está dada porque tanto las organizaciones como nosotros mismos, como individuos, vivimos en una época de grandes cambios e incertidumbres, con mucha competitividad y con un estado de gran productividad. Esto hace necesario que trabajemos permanentemente en equipo, que nos adaptemos a los cambios, que nos articulemos con otras personas, que podamos coordinarnos, que podamos consensuar. Todo esto requiere grandes aptitudes emocionales. Hace algunos años atrás, era suficiente con que una persona estuviera dotada técnicamente, esto es que fuera portadora de lo que tradicionalmente se considera la inteligencia, para que fuera exitosa dentro del ámbito de las organizaciones y tal vez en su propia vida. Sin embargo, en la actualidad, la exigencia es mayor y requiere, para poder cumplir las metas de la organización, articularse con otras personas. Para que esto sea posible es fundamental el desarrollo de la inteligencia emocional. Las habilidades y conocimientos técnicos se encuentran en el mercado sin inconvenientes, el problema es encontrar personas que hayan desarrollado la capacidad de relacionarse en modo eficaz con otras personas, es decir, que hayan desarrollado su inteligencia emocional. Cuando somos pequeños, nuestros padres nos enseñan a lavarnos los dientes, a sentarnos correctamente a la mesa, a comportarnos de manera adecuada en ciertos entornos sociales, nos enseñan a andar en bicicleta. Sin embargo, hay algo que muy pocos de nosotros hemos tenido en nuestra formación de niños: reconocer nuestras emociones y gestionarlas con efectividad. Este es un camino, entonces, que tenemos que hacer ya de adultos porque es un requerimiento para nuestra vida social, para nuestra vida laboral y para nuestro desarrollo profesional. Revisando algunas encuestas sobre lo que buscan las organizaciones, advertimos lo siguiente: buscan personas que sepan escuchar y comunicarse oralmente, con adaptabilidad, flexibilidad y respuestas creativas ante las dificultades y los obstáculos y la frustraciones, con autodominio, con confianza en sí mismas, que estén motivadas y se puedan automotivar y que no estén permanentemente esperando que la motivación venga de una fuente externa, que tengan capacidad de trabajar en busca de objetivos, que puedan sentir orgullo por los logros alcanzados, que puedan tener un espíritu colaborativo y de trabajo en equipo, que tengan habilidad para conseguir acuerdos, capacidad para conducir a otros y que puedan tomar decisiones. Todas estas competencias están relacionadas con la inteligencia emocional. Ninguna de estas competencias se estudia en la universidad ni se estudia en las tecnicaturas, todas son competencias que tenemos que ir desarrollando a lo largo de nuestra vida a partir de las múltiples interacciones que tenemos. Tanta conciencia hay de esto que ya las currículas escolares están empezando a modificarse y están incorporando, como cuestiones a trabajar con los alumnos, el desarrollo de la inteligencia emocional. Esto, para favorecer el conocimiento de sus propias emociones pudiendo así regular sus emociones y trabajar para la automotivación.