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Agustín Pedro Justo

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Agustín Pedro Justo (h) (Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos, 26 de febrero de 1876Buenos Aires, 11 de enero de 1943) fue un militar, diplomático y político argentino, que presidió la Nación entre 1932 y 1938, durante la llamada Década Infame.

Elegido por la Concordancia formada por el ala alvearista de la Unión Cívica Radical y el Partido Autonomista Nacional, sobre las elecciones que lo consagraron pesó la acusación de fraude electoral —el llamado fraude patriótico, con el cual los sectores nacionalistas intentaban controlar la muy superior popularidad del radicalismo yrigoyenista—, y tuvo durante su gobierno la persistente oposición de los sectores personalistas, es decir los pertenecientes al ala yrigoyenista de la Unión Cívica Radical.

La destacada labor diplomática de su canciller, Carlos Saavedra Lamas, fue uno de los mayores logros de su mandato, empañado por constantes acusaciones de corrupción y de haber entregado la economía nacional a los capitales extranjeros, en particular los británicos, con los que su vicepresidente suscribió el pacto Roca-Runciman. Su nombre sonó como candidato a un nuevo período durante el accidentado gobierno de Ramón Castillo, pero su temprana muerte, a los 66 años de edad, frustró sus esperanzas. Dejó a la historia un Estudio preliminar para las obras completas de Bartolomé Mitre, a quien admiraba profundamente.

Juventud

Justo nació en Entre Ríos, en Concepción del Uruguay, entonces capital de la provincia. Su padre, también llamado Agustín, había sido gobernador de la provincia de Corrientes y luego diputado nacional; seguía activo en política, y poco despues de nacer su hijo se trasladó con su familia a Buenos Aires. Su madre, Otilia Rolón, provenía de una tradicional familia correntina. A los 11 años Justo ingresó al Colegio Militar de la Nación al arma de artillería. Como cadete, y junto con varios de sus condiscípulos, participó en la Revolución del Parque, tomando las armas de la guardia para sumarse a la columna de los revolucionarios[1]​. Arrestado y luego amnistiado, egresó en 1892 con el grado de alférez.

Sin abandonar la carrera militar, cursó estudios de ingeniería en la Universidad de Buenos Aires. En 1895 recibió el ascenso al grado de teniente segundo, en 1897 a teniente primero y en 1902 a capitán. Egresado como ingeniero civil en la UBA, un decreto gubernamental homologó su título al de ingeniero militar en 1904. Fue nombrado profesor en la Escuela de Aplicación para Oficiales; con su promoción al grado de mayor dos años más tarde fue propuesto para las cátedras de matemáticas en el Colegio Militar y de telemetría y telegrafía óptica en la Escuela Nacional de Tiro, que se le concederían en 1907. Haría una fructífera carrera académica sobre esta base.

Al año siguiente recibió el nombramiento de segundo jefe en el Batallón de Ferrocarrileros, a la vez que se lo promovía a subdirector en la Escuela de Tiro. Con el grado de teniente coronel cumplió por primera vez funciones diplomáticas siendo agregado militar a la comisión enviada en representación de la Argentina en las festividades del centenario de Chile en 1910. A su regreso fue destinado a Córdoba, como comandante de la IV Brigada de Artillería.

Comienzos de la carrera política

En 1915, durante el mandato de Victorino de la Plaza, fue designado al frente del Colegio Militar, donde permanecería los siete años siguientes. La enorme influencia del cargo le ayudó a tejer contactos en los medios políticos, así como en los castrenses. Afín a la rama antipersonalista del radicalismo (aquellos que se oponían al liderazgo partidario de Hipólito Yrigoyen), trabó buenas relaciones con Marcelo T. de Alvear. Durante su ejercicio amplió la currícula del colegio y promovió la formación del cuerpo docente.

Siendo Alvear presidente, en 1922 abandonó el Colegio Militar para ocupar el ministerio de Guerra. Promovido al rango de general de brigada el 25 de agosto de 1923, Justo solicitó el incremento del presupuesto de defensa para adquirir equipos y mejorar las instalaciones del Ejército; fomentó también la reorganización de la estructura de las fuerzas armadas. A fines de 1924 fue enviado como plenipotenciario al Perú, donde se celebraba el centenario de la batalla de Ayacucho. Durante los años siguientes ocupó interinamente los ministerios de Agricultura y de Obras Públicas, además del de Guerra, que no abandonaría hasta la conclusión del mandato de Alvear. En 1927 había recibido el ascenso a general de división.

Por su invariable temperamento antipersonalista, Justo apoyó la candidatura de Leopoldo Melo y Vicente Gallo, de la línea alvearista de la UCR. Ante el triunfo de la fórmula de Yrigoyen y Beiró, que inició en 1928 su segundo mandato con el apoyo masivo de los votantes y la mayoría en la Cámara de Diputados, Justo recibió invitaciones de la cada vez más organizada derecha nacional para sumarse al programa de choque contra el caudillo radical. Aunque próximo a los conceptos que La Nueva República —dirigida por Ernesto Palacios y los hermanos Rodolfo y Julio Irazusta— y La Fronda —bajo la dirección de Francisco Uriburu— vertían acerca de la necesidad de "orden, jerarquía y autoridad", no adhirió estrechamente a ellos; el programa de supresión de la forma republicana de gobierno y su sustitución por un sistema corporativo, al estilo de la Italia y la España fascistas, iba contra su vocación liberal.

Justo y el golpe

Alrededor de Justo se congregó otra facción, no menos decidida sin embargo a tomar las armas contra el gobierno constitucional de Yrigoyen. Activamente promovida por el general José Luis Maglione, compañero de camada de Justo, y por el coronel Luis J. García —que luego sería una de las cabezas del GOU, y había liderado la Logia San Martín—, se expresó en las páginas de La Nación y de Crítica. Declaraciones de Justo en julio de 1930 acerca de la inconveniencia de intervenir militarmente para no poner en peligro la "legalidad constitucional" testimonian el enfrentamiento entre las facciones[2]​. A diferencia de la Armada, más radicalizada, buena parte del Ejército apoyaba la opción de Justo, con la notable excepción del núcleo nacionalista que luego convergería en el GOU. Ante la promesa de José Félix Uriburu, cabeza del bando extremista, de mantener el orden institucional, Justo dio su acuerdo al golpe, que se produjo en la madrugada del 6 de septiembre, instaurando por primera vez desde la firma de la Constitución un gobierno militar. No se sumó a su dirección ni, en una primera instancia, al grupo gobernante, que encabezaría Uriburu con un gabinete compuesto, en buena parte, por los adalides locales de las multinacionales petrolíferas[3]​.

Justo buscó expresamente distanciarse de Uriburu, que contaba con un amplio predicamento entre la oficialidad, pero que no podía concertar el apoyo de los partidos políticos, que se dividieron rápidamente tras la desaparición de Yrigoyen, foco de su común antipatía. Rechazó la vicepresidencia que Uriburu le ofreciera, y aceptó solo brevemente comandar las fuerzas armadas, renunciando poco más tarde. Cuando el fracaso de Uriburu en implementar en la provincia de Buenos Aires el modelo corporativo con el que deseaba reemplazar el sistema republicano le costó a este la carrera política de su ministro de Interior, Matías Sánchez Sorondo, Justo rechazó nuevamente las ofertas de Uriburu de concertar un gobierno de coalición. Con el apoyo de algunos partidos provinciales y de la rama más antipersonalista del radicalismo, se presentó a las elecciones de noviembre de 1931 como candidato a presidente; proscripto el yrigoyenismo, que había tomado el camino de la "abstención revolucionaria", triunfó con holgura en ellas contra la fórmula de Lisandro de la Torre y Nicolás Repetto, aunque las sospechas de fraude en Buenos Aires y el interior serían notorias. Lo acompañó en la fórmula Julio Argentino Roca (h), de la facción conservadora.

La presidencia

Justo asumió el 20 de febrero de 1932. Además de la convulsión política debida al golpe, debió hacer frente a los resultados de la Gran Depresión, que había acabado con el superávit comercial y el pleno empleo de los gobiernos de Yrigoyen y Alvear.

Su primer ministro de Hacienda, Alberto Hueyo, tomó medidas sumamente restrictivas sobre la economía. El socialista independiente Antonio de Tomaso, en Agricultura, le acompañó; se redujo el gasto público, se contrajo la circulación de moneda y se aplicaron medidas de austeridad fiscal. Un "empréstito patriótico" busca fortalecer las arcas del fisco. El primer impuesto sobre la nafta sirvió para financiar la recién creada Dirección Nacional de Vialidad, que acometería la mejora de la red vial. Las dificultades del programa de Hueyo convencerían finalmente a Justo de adoptar este modelo, de índole dirigista, en su política económica. También fomentaría este proyecto el intendente de Buenos Aires, Mariano de Vedia y Mitre, que emprendió un ambicioso proyecto de organización urbana, abriendo las Diagonales Norte y Sur, pavimentando la avenida General Paz, ensanchando Corrientes, construyendo el primer tramo de la Avenida 9 de Julio y erigiendo el Obelisco.

La sustitución de Hueyo por el socialista Federico Pinedo marcaría un cambio en la política del gobierno. La intervención gubernamental en la economía se hizo más marcada, creándose la Junta Nacional de Granos, la de Carnes, y poco tiempo más tarde, con el asesoramiento del economista inglés Otto Niemeyer, se crearía el Banco Central de la República Argentina.

Relación con la UCR

La oposición radical fue muy marcada. Tras la liberación de Yrigoyen, a quien Uriburu había mantenido prisionero en la base naval de la isla Martín García, los militares leales al gobierno de éste comienzan a organizar proyectos para restituirlo. En el mes de junio, el primero de estos se salda en Curuzú Cuatiá, provincia de Corrientes, con el asesinato del coronel Regino Lescano, que proyectaba una movilización yrigoyenista. En diciembre, ante una asonada similar del teniente coronel Atilio Cattáneo, Justo decretó el estado de sitio, volvió a encarcelar al anciano Yrigoyen, y detuvo también a Alvear, Ricardo Rojas, Honorio Pueyrredón y otros líderes del partido.

En 1933 las asonadas continuaron; Buenos Aires, Corrientes, Entre Ríos y Misiones serían escenario de alzamientos radicales, que se saldaron con más de mil detenidos. Yrigoyen, gravemente enfermo, fue devuelto a Buenos Aires y mantenido bajo arresto domiciliario; moriría el 3 de junio, y su entierro en el cementerio de la Recoleta sería ocasión de una manifestación multitudinaria. En diciembre, en ocasión de la reunión de la convención nacional de la UCR, un alzamiento conjunto de militares y políticos se desató en Santa Fe, Rosario y Paso de los Libres. José Benjamín Abalos, ex-ministro de Yrigoyen, y el coronel Roberto Bosch fueron detenidos por el alzamiento, y los convencionales y dirigentes del partido encarcelados en Martín García.

Alvear, antiguo padrino de Justo, se exiliaría, mientras que otros serían retenidos en el penal de Ushuaia.

Pacto Roca-Runciman

Uno de los más controvertidos sucesos del mandato de justo tuvo lugar en 1933, cuando las medidas de protección de la producción adoptadas por el Reino Unido llevaron a Justo a enviar al vicepresidente, a la cabeza de una delegación técnica, a tratar la adopción de un acuerdo comercial que obtuviese condiciones ventajosas para la Argentina. Los británicos habían adoptado, en la conferencia de Ottawa de 1932, medidas tendientes a favorecer la importación procedente de sus colonias y dominios; la presión de los hacendados argentinos para que el gobierno restaurase el comercio con el principal comprador de granos y carne argentinos había sido enorme. Las negociaciones, lideradas por el presidente del concejo de comercio británico, el vizconde Walter Runciman, fueron intensas, y resultaron en la firma el 27 de abril del pacto Roca-Runciman.

El tratado suscitó escándalo, pues el Reino Unido aseguró a la Argentina sólo un cupo inferior al de sus dominios, de 390.000 toneladas anuales de carne, a cambio de cuantiosas concesiones para las empresas británicas. El 85% de la exportación debía realizarse a través de frigoríficos británicos, las tarifas de los ferrocarriles operados por el Reino Unido no se regularían, no se fijarían derechos aduaneros sobre el carbón, se daría tratamiento especial a las empresas británicas con inversiones en Argentina y se reducirían los precios de la exportación. No menos problemáticas resultaron las declaraciones del vicepresidente Roca, que afirmó tras la firma del pacto que por su importancia económica, la Argentina se parece a un gran dominio británico.

De la Torre fue uno de sus principales y más vocíferos opositores; en sesión del Senado, afirmó que

El convenio no asegura ventaja alguna, y la razón que inclina a votarlo a los que lo votan y a excusarlo -no a defenderlo- a los que lo excusan, es el temor. Se teme que Albión, provocada imprudentemente a hacer un tratado, se moleste si se rechaza, tome represalias y coloque a Argentina en peores condiciones que antes. (...) no hay 350.000 toneladas aseguradas porque el tratado dice que Gran Bretaña puede reducir la cuota de carne enfriada en circunstancias imprevistas (...) La misión abocada a un imposible, por pura imprudencia de la Cancillería, después de haber aceptado todo lo que pedía Inglaterra, aceptó que nada se diera a la Argentina.

En un editorial, escribiría, burlándose de las palabras de Roca, que en estas condiciones no podría decirse que la Argentina se haya convertido en un dominio británico, porque Inglaterra no se toma la libertad de imponer a sus dominios semejantes humillaciones.

El Partido Demócrata Nacional, uno de los que había apoyado la candidatura de Justo, se dividió a causa del hecho. Finalmente, el Senado refrendó el pacto el 28 de julio. Varias huelgas jalonaron las deliberaciones, en especial en la provincia de Santa Fe, que acabó siendo intervenida por el gobierno central.

Debate de las carnes

De la Torre continuó movilizándose contra el pacto, presentando el 1 de septiembre de 1934 un proyecto que proponía crear una comisión investigadora para establecer la medida en que el comercio de carnes argentinas favorecía a los frigoríficos exportadores, sospechando que los precios pagados a los productores no guardaban relación con el precio de venta en el exterior. La investigación al respecto daría lugar al debate más célebre del período, revelando las conexiones entre las empresas frigoríficas británicas, los estancieros de la Sociedad Rural Argentina, y los funcionarios de la Junta Nacional de Carnes creada ad hoc después de la firma del pacto.

La comisión investigadora se formó, incluyendo a de la Torre; finalmente presentó dos despachos, uno por la mayoría, que afirmaba que los precios eran justos, y uno en minoría que presentó de la Torre el día 18 de junio de 1935. El despacho de de la Torre llevó al descubrimiento de fuertes estafas al fisco por parte de algunas empresas; en un hecho espectacular, de la Torre logró el arresto del gerente del frigorífico Anglo, quien se había negado a facilitar a la justicia datos fundamentales para la investigación y llevaba una doble contabilidad. Disimulados como bultos de carne enfriada para la exportacion, la policia intervino ingentes cantidades de documentacion que Anglo ocultaba. Demostró también que evadían los controles cambiarios fijados por el Banco Central —creado el año anterior para regular el flujo monetario— reservándose moneda extranjera para venderla en el mercado libre, donde alcanzaba precios más altos que el oficial. De la Torre acusó a los ministros Federico Pinedo, de Hacienda, y Luis Duhau, de Agricultura, de tergiversar la información a cambio de favores económicos.

La investigación tendría un desenlace trágico el 23 de julio de 1935, cuando el senador demócrata-progresista Enzo Bordabehere, que se había acercado a de la Torre durante un discurso de éste para mantener a raya a Duhau, fue asesinado de tres balazos por la espalda dados por el ex-comisario Ramón Valdés Cora. La relación de Valdés Cora con Duhau y Pinedo, se sugirió por la prensa como la razón del hecho. Bordabehere fue enterrado tres días más tarde, acompañado de un enorme cortejo fúnebre[4]​.

Política exterior

En 1933 Justo dispuso la reincoporación de la Argentina a la Liga de Naciones, de la que Yrigoyen la había retirado a causa de la Primera Guerra Mundial. Ese mismo año viajaría al exterior, algo inusual en la época para los mandatarios, a encontrarse con Getúlio Vargas en Brasil, intentando estrechar los lazos comerciales con el enorme vecino. Visitó también al mandatario uruguayo, Gabriel Terra, de regreso a la Argentina.

Saavedra Lamas, como canciller, intentó movilizar a los gobiernos de la región en contra de la doctrina Monroe, promovida por el gobierno de los Estados Unidos, gestionando un tratado regional llamado Pacto de No Agresión y Conciliación. La reticencia argentina a la intervención estadounidense había llevado al gobierno a distanciarse de la Comisión de Neutrales que intentaba mediar en la Guerra del Chaco, en la que Paraguay y Bolivia se hallaban enfrentados. Como alternativa, Saavedra Lamas y su par brasileño organizaron el llamado grupo ABCP (Argentina, Brasil, Chile y Perú, los cuatro países limítrofes con los contendientes). El 6 de agosto de 1932 el ABCP remitió a los contendientes una invitación a deponer las armas, separándose a la vez en los términos más duros de la demanda formal que pocos días antes la Comisión había remitido, considerándola una intolerable injerencia en la política de los países en conflicto. El fracaso de la propuesta de la Comisión, rechazada por el Paraguay, dejó a Saavedra Lamas vía libre para encabezar un proceso de conciliación organizado por el ABCP, pero la reticencia de Bolivia a aceptar su propuesta dificultó las negociaciones. Tras dos propuestas infructuosas, en febrero del año siguiente las cancillerías argentina y chilena elaboraron conjuntamente un plan de negociaciones, formalizado en el Acta de Mendoza, que pareció contar con el apoyo de ambos gobiernos. Sin embargo, Bolivia presentó una serie de reservas, observando lo que consideraba un indebido favor hacia la posición paraguaya. La inobservancia de las mismas por el gobierno argentino dio finalmente al traste con el proyecto.

El Pacto de No Agresión y Conciliación fue un ulterior esfuerzo en ese sentido. Apoyándose en varios tratados preexistentes, pretendía establecer un mecanismo universal de resolución pacífica de conflictos entre sus miembros. Se firmó en octubre de 1933 en Rio de Janeiro, suscribiéndolo Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay y Uruguay. El Acta de Rio de Janeiro, firmada al día siguiente, volvía a intentar ofrecer una solución al conflicto boliviano-paraguayo, que desde mayo había adquirido carácter bélico. Fue, sin embargo, rechazada una vez más. Un ulterior esfuerzo de la Liga de las Naciones naufragó por la oposición paraguaya, refrendada por Saavedra Lamas. Sólo en 1935 pudo formarse un grupo mediador, en el que participaron los Estados Unidos además de los miembros del ABCP y Uruguay. El 7 de junio suscribieron finalmente dos protocolos dando fin a la guerra; la posición paraguaya, favorable a diferir lo más posible la fijación arbitral de las fronteras, contó con el apoyo de los mediadores. Las tratativas insumirían varios años más, hasta la firma en 1938 del Tratado de Paz, Amistad y Límites, pero la gestión le valdría a Saavedra Lamas el Premio Nobel de la Paz en 1936.

Política económica

La intervención del gobierno federal en la actividad económica resultó cada vez más intensa; en 1934 se legisló la recaudación centralizada de los impuestos, que serán luego redistribuidos a las provincias en régimen de coparticipación, en lugar de permitir a estas recaudarlos y remitir la parte correspondiente al gobierno central, como había sido hasta entonces la norma. Se crearon una Junta Reguladora de Vinos, que se sumó a las de Granos y Carnes, y la Dirección Nacional de Parques Nacionales, antecedente inmediato de la Administración de Parques Nacionales.

El 6 de junio de 1935 se dio fin a las preparaciones de varios años y, con un diseño del británico Otto Niemeyer, se creó el Banco Central de la República Argentina; conformado por el Estado e instituciones crediticias privadas, estaría a cargo de gestionar el valor de la moneda y controlar los cambios. El plan de organización se basó en el aplicado en la India por los británicos; Raúl Prebisch fue su primer director.

Ese mismo año se realizó el primer censo industrial, que fijó en 600.000 la cantidad de trabajadores ocupados en la actividad. Se sancionaron leyes regulando la actividad bancaria y las inversiones. Las condiciones ofrecidas para el asentamiento de capitales extranjeros fomentaron la industrialización, sobre todo en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, donde se radicaron alimentarias (Adams, Royal, Suchard, Quaker), de caucho (Firestone), eléctricas (Eveready, Osram, Philco) y textiles (Ducilo, Sudamtex). Las primeras grandes empresas argentinas comienzan a cobrar importancia, como Di Tella, que fabricará electrodomésticos y automóviles.

El pacto Roca-Runciman fue denunciado unilateralmente en 1936 por el Reino Unido; las tratativas para sostenerlo desembocaron en la firma de otro tratado, el Malbrán-Eden, que fijó fuertes aranceles a la importación de carnes argentinas en Gran Bretaña. Sin embargo, la defensa argentina de los intereses comerciales e industriales británicos continuó; ese mismo año una ley dio forma a la Corporación de Transportes, destinada a proteger los servicios ferroviarios y tranviarios en manos británicas de la competencia plantada por los colectivos.

En 1934 tuvieron lugar las primeras elecciones desde la asunción de Justo; el abstencionismo de los radicales favoreció al Partido Socialista, pero el fraude masivo aseguró que todas las provincias, salvo Santa Fe y San Juan quedasen en manos de la coalición gobernante.

Situación política

En 1935 el regreso de Alvear, que volvió a ponerse al frente de la conducción radical, decidió el fin de la abstención revolucionaria; la medida le costaría al radicalismo la definitiva escisión de su rama más combativa, centrada en FORJA, y obligaría a la Concordancia a apelar nuevamente al fraude para evitar la derrota en las urnas. El triunfo de Manuel Fresco en Buenos Aires fue visiblemente orquestado, y en Córdoba fue imposible evitar la elección del radical yrigoyenista Amadeo Sabattini pese a los sangrientos incidentes que jalonaron la votación. Santa Fe, en manos del demócrata progresista Luciano Molinas, fue intervenida.

En 1936 las movilizaciones obreras condujeron a que un congreso constituyera en su forma definitiva a la Confederación General del Trabajo. La nueva conducción, en apoyo a los trabajadores de la construcción, declaró el primer paro masivo en años. Ante la formación de piquetes que limitan la circulación pública y organizan mitines para movilizar a los indecisos, la policía recibió orden de intervenir y actuó con dureza. En Plaza Once, donde se produjo la principal concentración, las acciones se saldaron con muertos, heridos y más de 2000 detenidos. Los obreros de la construcción, en el centro de la disputa, se organizaron en la Federación Obrera de la Industria de la Construcción, afín al Partido Comunista. Un viejo proyecto de ley de Sánchez Sorondo se dio a trámite para obtener la ilegalización del PC, a la que de la Torre se opuso con fiereza.

Ese mismo año, las divisiones en el seno del radicalismo se acentuaron por influjo del escándalo de la renovación de la concesión de la Compañía Hispano-Americana de Electricidad (CHADE), que había sobornado a los ediles para obtenerla, pese a haber sido objeto de numerosas críticas por el incumplimiento de las condiciones de concesión, el aumento explosivo de las tarifas y la deficiente o nula provisión de servicio en las áreas menos rentables[5]​. FORJA denunció los hechos, y se suscitaron enconados debates acerca de los mismos, que contaron con la aprobación de Alvear. En incidentes relativos a ellos, el joven dirigente alvearista Arturo Frondizi fue agredido a tiros.

Pese al desprestigio de Alvear, éste 7representaba el principal obstáculo a la continuación de la Concordancia. Junto con el santafesino Enrique Mosca recorrería el país en 1937, asegurando que ni siquiera el fraude podrá detenerlos. La Concordancia les opuso la candidatura del ex-radical Roberto M. Ortiz y el conservador Ramón Castillo. En septiembre se realizaron las elecciones, en las que los incidentes con muertos y heridos, así como la intervención policial contra los fiscales de la oposición, fueron frecuentes; varias provincias estaban intervenidas, entre ellas Catamarca, al frente de la cual Justo había colocado al ultranacionalista y filonazi Gustavo Martínez Zuviría; aún así, la victoria fue para los radicales en Buenos Aires, Córdoba, La Rioja y Tucumán, pero las cruciales provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Mendoza quedaron en manos de la Concordancia, que finalmente consagró a Ortiz.

Tras la presidencia

El 20 de febrero de 1938 entregó la banda presidencial a Ortiz, y se retiró a la vida privada. Un gran bibliófilo, dedicó buena parte de estos años a escribir una introducción a la obra de Mitre, de quien era admirador y partidario decidido de sus postulados políticos.

Tras la renuncia y muerte de Ortiz, sus diferendos con la política de neutralidad de Castillo se hicieron cada vez más tangibles. Justo anunció públicamente su opinión de que Argentina debería declarar la guerra al Eje Roma-Berlín-Tokio, una cuestión que dividía también agriamente al Ejército. Aspirando probablemente a una reelección al fin del mandato de Castillo, fue Justo quien notificó al ministro de Guerra de éste, el general Juan Tonazzi, de los intentos de golpe de estado que se gestaron en su contra, uno dirigido por el general Ramón Molina —entre cuyos líderes se contaban el coronel Eduardo Lonardi y los tenientes coroneles Urbano de la Vega y Roberto Dalton— y otro por el general Benjamín Menéndez, apoyado por los generales Pedro P. Ramírez y Ángel M. Zuloaga. Tonazzi desarticuló ambos planes con limitada repercusión pública.

La figura de Justo, única capaz de concertar apoyos masivos en un ejército dividido entre anglófilos y germanófilos, preocupó a Castillo, que deseaba la elección de Robustiano Patrón Costas como su sucesor. Su muerte, en enero de 1943, contando 66 años de edad, despejó el panorama para éste, a la vez que modificó la distribución de influencias en el Ejército. Los principales beneficiados serían en realidad los germanófilos, cuyo grupo más organizado, el GOU, derrocaría a Castillo poco más tarde.

Obras

  • Justo, Agustín P. (1939). «Estudio preliminar para las obras completas de Bartolomé Mitre». Buenos Aires: La Nación. 

Notas

  1. Saguier, 2006
  2. Sarobe, 1957
  3. Gálvez, 1939
  4. El evento sería más tarde material de una película, Asesinato en el Senado de la Nación
  5. Gómez-Ibáñez, 1999, p. 21

Referencias

  • Escudé, Carlos; Cisneros, Andrés (2000). «Historia de las Relaciones Exteriores Argentinas». Buenos Aires: Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. [1]. 
  • Gálvez, Manuel (1939). «Vida de Hipólito Yrigoyen, el hombre del misterio». Buenos Aires: Talleres Gráficos Kraft. 
  • Gómez-Ibáñez, José (2000). «Lessons from the nationalization of electric utilities in Latin America, 1943-1979». Cambridge, Massachussets: John F. Kennedy School of Government, Harvard University. [2]. 
  • Saguier, Eduardo R. (2006). «Un debate histórico inconcluso en la América Latina (1600-2000), tomo XV». Buenos Aires: s/e. [3]. 
  • Sarobe, José María (1957). «Memorias sobre la revolución del 6 de Septiembre de 1930». Buenos Aires: Gure. 


Predecesor:
José Félix Uriburu de facto
Presidente de la Nación Argentina
19321938
Sucesor:
Roberto M. Ortiz